sábado, 10 de marzo de 2012

FRAGMENTO DE "AÑO 2112. EL MUNDO DE GODAL"


CAPÍTULO XIII

El jurado

La escasa luz de aquella habitación hacía que sus rostros se difuminaran en la oscuridad de la noche como si sus almas quisieran mantenerse ajenas a la responsabilidad que les había tocado en suerte protagonizar. Debían decidir con su veredicto el porvenir de un ser humano, al margen de si su conducta había sido o no digna para la humanidad, puesto que sólo ellos representaban con su voto al resto del mundo. Doce mentes y doce almas capaces de decidir entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto. Era una labor que para algunos significaba un honor, mientras que para otros aquello se convertía, en cierto modo, en un castigo. Así era, un castigo, puesto que su interior no se veía con la fuerza capaz de juzgar a un semejante, por más que éste hubiese demostrado con sus actos haber sido un ser ruin y despreciable. Pero aun siendo así, ¿por qué debían pronunciarse respecto al bien o al mal, si no habían sido precisamente ellos los creadores de aquellas normas de moralidad? En cuanto al primero de los cargos, el de asesinato, existía unanimidad en el veredicto de culpabilidad, pero en referencia a los cargos morales de los que se acusaba al reo, alguno de los miembros del jurado se veía incapaz de hacer un juicio de valor. Aquel hombre, pensaban, aunque quizá de una forma equivocada, transmitía a través de sus escritos una extraña sensación de humanidad, unos destellos de bondad que quizá el fiscal no había detectado. Pero tan pronto pensaban esto, sabían también que dudar de la integridad moral del sistema suponía un riesgo de proporciones incalculables que muy probablemente no mereciese la pena provocar. ¿Quiénes eran ellos, en definitiva, para poner en duda las leyes y reglas de la Confederación? Y si tomaban tal riesgo, ¿qué iba a ser de su futuro? ¿Serían también acusados, al igual que el reo al que estaban juzgando, de insumisión y rebelión? Eran dudas patentes las que flotaban en la viciada atmósfera de aquella lúgubre habitación, en donde los miembros del jurado reflexionaban y se relajaban al final de cada sesión. Eran, por decirlo de alguna forma, pensamientos abstractos y secretos de unos cuantos, que chocaban frontalmente con las acusaciones ausentes de temor que la gran mayoría expresaba con respecto a la conducta inmoral y reprobable del acusado. En efecto, aquel jurado era un pequeño mundo de contradicciones, como todo en la vida, y en definitiva como todos los seres humanos. Los había reflexivos y caritativos, pero también impulsivos y vengativos. Incluso existían algunos con ansias de protagonismo y poder, en contraste con aquéllos que simplemente ansiaban una existencia tranquila y sin complicaciones. Era un submundo en el que se decidía el pequeño mundo de otro ser humano, y en donde el bien y el mal estaban presentes como en cualquier rincón de nuestra existencia. Todo, absolutamente todo, se reproducía en las mentes de aquellos doce hombres y mujeres que habían adquirido la responsabilidad de juzgar sobre la moralidad del bien y del mal, aunque estos dos conceptos, en el fondo, permaneciesen instalados en sus almas simplemente por el hecho de ser seres humanos. Iban pues, a debatir el destino, el destino moral de un hombre que al igual que ellos, se debatía entre lo correcto e incorrecto de sus pensamientos.

2 comentarios:

Ginés J. Vera dijo...

Destacaría el clima de tensión perfilado desde esa voz omnisciente. La duda, la reflexión, el vértigo de queres ser juez o no serlo.
Confío en que los lectores también dejen sus opiniones tras leer la novela "Año 2112. El mundo de Godal"
Un saludo.

Victor J. Maicas dijo...

Gracias por el comentario, Ginés.
Y sí, es una novela en la que además de intentar entretener al lector, mi objetivo final ha sido el de hacerle reflexionar sobre el mundo en el que vivimos.