sábado, 24 de septiembre de 2011

"LA PLAYA DE REBECA"


Pequeño fragmento del primer capítulo titulado "Una playa solitaria de un tiempo pasado":

Dejamos de hablar por un momento y empezamos a caminar rompiendo las olas a nuestros pies. Me sentí bien. Es como si hubiese encontrado por un momento una palmera perdida en medio del desierto, pensando que debía de haber no muy lejos una fuente de agua, de vida. Seguimos andando un buen rato, sin hablar, sin mirarnos, simplemente sintiendo ese calor extraño que supone el no sentirse solo. Y sin más, nos despedimos.

Me desperté relajado, tranquilo, con la sensación de que debía de haber soñado con algo maravilloso, o simplemente con algo que no me producía sufrimiento. Es curioso cómo nuestra mente nos hace mantener el equilibrio en momentos de crisis. A menudo pienso que el subconsciente, en momentos delicados, hace eso que nosotros somos incapaces de hacer la mayoría de las veces, es decir, mantener el equilibrio.

Dejé pasar las horas con desvergüenza, como vengándome de la frase «el tiempo es oro», regodeándome con esa sensación de alivio que supone el ir contra las normas, sobre todo de esas normas crueles y miserables que crean cuatro individuos «superiores» , para así someter a una masa aborregada en interés de ellos mismos.

Esa insignificante sensación es la que me mantuvo sereno durante todo el día, porque la pura y dura realidad es que no me sentía con ánimo de hacer ninguna otra cosa. Instintivamente dejé pasar las horas con la esperanza de que cuando volviera a la playa al anochecer, me encontrara otra vez con Rebeca, que así es como me dijo que se llamaba, antes de despedirnos la noche anterior.

ARTÍCULO "EL MAQUILLAJE MEDIÁTICO DE ISRAEL"


Publicado en Bottup. Para leerlo mejor podéis entrar en este enlace:

domingo, 18 de septiembre de 2011

Prólogo de "LA PLAYA DE REBECA"


Es curioso ver tu rostro en el espejo. A menudo pienso que siempre ha sido así, marcado por las cicatrices del tiempo, de los años vividos intentando encontrarte a ti mismo. Hubo un tiempo en el cual mi cabello era oscuro y mi alma limpia y pura, como el vestido de mi madre frente al altar. Con el paso del tiempo, mi cabello se fue volviendo de un delicado color blanco, mientras mi alma se fue oscureciendo por momentos.

A mis casi cincuenta años, he conseguido aclarar mi alma y teñir mi cabello con ese tinte que te devuelve a la vida, que te la hace beber a sorbos, paladearla y sentir su sabor, apreciando intensamente esos pequeños instantes que alguien te regala, y que quizá con veinte años no sabes apreciar. La historia que os voy a contar la viví hace un tiempo, cuando estaba inmerso en una de mis habituales crisis existenciales, en una época en la que no quería recordar lo vivido y en la cual aprendí a apreciar, paradójicamente, lo mucho y bueno de mi pasado, desterrando de mi memoria aquella sensación de soledad que nunca me había abandonado.

Como me aconsejó Rebeca en una ocasión, intento aliarme cada día con el tiempo, que sea mi amigo, que me cuente el secreto de cada edad, de cada época, y que cada minuto sea el primero de mi nueva vida. Hoy por hoy, intento recordar lo mejor de lo vivido, que no es poco, pero sobre todo, intento pensar en lo mucho que dentro de unos años tendré para recordar.