miércoles, 23 de enero de 2013

FRAGMENTO DE "MARIO Y EL REFLEJO DE LA LUZ SOBRE LA OSCURIDAD"


A primera vista Mario daba la sensación de ser un tipo distante. Las facciones de su rostro expresaban una seriedad que parecía indicar una cierta rigidez en su carácter, todo lo contrario que uno podía pensar al observar en ocasiones la simpática cara de niño malo de, por ejemplo, Arístides. Pero no, este no era el caso de Mario, pues su sola presencia imponía un especial respeto entre los presentes. Como creo que ya he dicho en alguna ocasión, aparentaba al menos diez años menos de los que en realidad tenía, pues los rasgos y las facciones de su rostro aún te daban a entender que seguía siendo un tipo enormemente atractivo, a pesar de haber cumplido sobradamente ya los sesenta. Pero si como digo su aspecto físico ya provocaba de por sí respeto, su singular forma de ser hacía que aquel tipo fuera capaz de hechizar a los presentes a través de su verbo preciso y sugerente. Casi nada de lo que él decía pasaba al cajón del olvido, ya que su forma de analizar cada situación te ofrecía la posibilidad de adentrarte por unos caminos hasta entonces desconocidos para ti. Tenía una mirada diferente, una visión de las cosas que hacía de inmediato que te pusieras en el lugar de los demás, un lugar al que por cierto casi nunca solemos entrar. Pero él sí, él intentaba a través del diálogo con las gentes explorar otros mundos desconocidos para así acercarlos a los demás, para hacerles partícipes de las inquietudes de otros, de esos otros que por regla general no tienen, puesto que suelen ser los más desprotegidos e ignorados, la oportunidad de dar a conocer sus problemas y la precariedad que les amenaza. Recuerdo que me decía constantemente que la vida es una especie de boomerang en el que todo aquello que lancemos, nos será devuelto de una u otra forma. «Si por tu forma de actuar te haces respetar, a la larga obtendrás respeto, mientras que si lo único que haces en esta vida es pensar tan solo en ti mismo, lo más probable es que en tu interior acabes solo, aunque sigas rodeado de cientos de personas», me dijo en una ocasión.
Sí, Mario era un tipo muy diferente a todos los que había conocido. Con él, como he dicho, podías adentrarte en la realidad de otros mundos a través del pensamiento, esa palabra mágica para él que, en realidad, era mucho más que una simple palabra, pues en su interior más profundo la había convertido en una forma de entender la vida. «El consuelo de los estúpidos es que su problema no se produce, probablemente, por algo genético o hereditario. Pero eso sí, su verdadero drama consiste en que continúan día tras día prolongando su estupidez a base de no escuchar a los demás y de empecinarse en sus, a menudo, absurdas e irracionales teorías», me dijo en otra ocasión.

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