domingo, 15 de enero de 2012

FRAGMENTO DE "AÑO 2112. EL MUNDO DE GODAL"


CAPÍTULO VII

El fiscal

Sus sienes plateadas le conferían además de un aspecto maduro, una sensación de sabiduría como si su mente hubiese estado continuamente en ebullición a través del paso de los años. Era un individuo pausado, astuto, muy pretencioso y tremendamente inteligente, cualidad esta última que lo había catapultado a formar parte del consejo de seguridad de la Confederación.

Hombre de ideas firmes, consideraba que el mundo no se podía concebir si no se organizaba de una forma rígida y eficaz, y para tal fin era necesario que unos cuantos elegidos pudieran guiar, ayudados por su inteligencia, al resto del rebaño para que el caos y la anarquía no se apoderase de todo. Había que acatar unas normas morales y materiales, y la naturaleza era un ejemplo de ello. La fauna animal nos demuestra que para subsistir el grupo sólo unos cuantos han de tener ciertos privilegios, se decía para sí, pues tan sólo los más poderosos pueden guiar al resto hacia la supervivencia de la especie. No se trataba de una injusticia, pensaba, pues el sacrificio de los dirigentes debía estar recompensado de alguna forma. Y por tal motivo, sabía perfectamente que unas férreas leyes morales debían servir como base para reconducir el rebaño, unas leyes pues, que se deberían basar no sólo en lo terrenal, sino también en lo divino. El miedo del hombre hacia lo desconocido serviría para formarlo moralmente, y el temor de Dios era un arma que cualquier gobernante no debía despreciar. Pero si el temor de Dios era fundamental, también lo debía ser el miedo a infringir las leyes terrenales, ésas que si no se cumplen pueden hacer pensar al ser humano que todos son iguales.

Sí, el fiscal era un hombre seguro de sí mismo, siempre respaldado por su gran sagacidad y buen conocedor de la historia de la humanidad, una historia que precisamente no debía ser divulgada por recelo a que alguien pudiera llegar a creer que el nuevo mundo que estaban empezando a crear podía concebirse de otra forma. Y Godal era uno de esos escasos conocedores de la historia que podía hacer tambalear las bases de las nuevas creencias, como cuando con sus ideas y escritos de antaño había atacado sistemáticamente al ultraliberalismo, ése que según el fiscal y los gobernantes de aquella época hacía a los hombres libres puesto que gracias a él dependían sólo de su propio esfuerzo sin ataduras demagógicas como la igualdad que tan sólo servía, según ellos, para engañar a la gente de buena fe, aprovechándose de ella una legión de holgazanes y vagos que tan sólo pretendían vivir a costa del esfuerzo de los demás. Así es, el fiscal pensaba que Godal había defendido toda una serie de valores perniciosos para el hombre con sus escritos rebeldes y malintencionados criticando siempre a los poderes establecidos.

Así pues, había que acabar con él, pero no sólo como persona individual, sino como estandarte de unas ideas y pensamientos que lo único que podían ocasionar eran serias dudas y revueltas entre la población. Además, paradójicamente su gran valedor entre las cúpulas de poder había desaparecido, precisamente, debido a las maniobras repugnantes de aquel hombre a veces tosco y falto de moral, diría momentos después y en la apertura del juicio el fiscal Néstor Brandotti.

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